miércoles, 18 de junio de 2014

domingo, 15 de junio de 2014

sábado, 14 de junio de 2014

Felicidad es tener buena salud y mala memoria

jueves, 12 de junio de 2014

miércoles, 4 de junio de 2014

Vivir con Agorafobia

Vivir con agorafobia 


La palabra procede de los términos griegos (Agora) plaza y (Phobos) miedo.

Mucha gente confunde la agorafobia con el miedo a los espacios abiertos, como su propia palabra indica, pero la agorafobia abarca muchas más situaciones que esos espacios.

Las personas con agorafobia tendemos a evitar situaciones y espacios que nos puedan generar crisis de pánico o ansiedad, no solamente la calle, también pueden ser los supermercados, los autobuses o transportes públicos en general, lugares públicos como cines, bancos, restaurantes, comidas y cenas sociales y otros muchos eventos que requieran de salir del “espacio seguro” que es normalmente la casa.

Supongo que gran parte de la agorafobia se produce por algún tipo de fobia social.

Hay varias causas que pueden llevar a una persona a padecerlo, en mi caso, recuerdo como poco a poco, el miedo y la inseguridad fueron ganando cada vez más espacio en mi vida, hasta mirarme y no reconocer la persona en la que me estaba convirtiendo.

Recuerdo que había calles por las que cada día me costaba más pasar y un día, al pasar por una plaza tuve un tremenda crisis de ansiedad y tuve que sentarme en un bordillo. No podía seguir adelante ni volver para atrás, se me aceleró el corazón, empecé a sudar y a perder el control de los pensamientos, que alimentaban más el miedo y llegué a pensar que perdía la conciencia allí mismo y lo peor de todo, delante de toda la gente.
Menos mal que por entonces ya existían los móviles y pude llamar a alguien para que viniera a buscarme, porque me veía incapaz de dar un paso más. Con su ayuda, agarrada a su brazo y con los ojos cerrados pude salir de aquella plaza, que, para mi sensibilidad en ese momento, tenía demasiada luz. Odio los suelos blancos.

Otras tantas en el supermercado, de hecho, creo que es el peor sitio para mi, y lo peor del super, la cola, ese momento en el que paras y observas los pasillos, la gente, el movimiento, de pronto empiezas a perder el equilibrio y toda tu obsesión es dejar la compra allí mismo y salir corriendo.

Una vez me desoriente en una mediana en la que habían hecho un parque, entre carretera y carretera, si, en una recta. Iba paseando al perro cuando me dio una crisis y al intentar salir me desorienté y “me perdí”. Solo había tres salidas, al principio de la recta, en el medio (una verja que había caída), y al final, también tuve que llamar por teléfono para que me sacaran de allí.

Luego había calles curiosas, por ejemplo, cuando iba a trabajar, a la ida rara vez me daba una crisis, aunque alguna vez si que me dio, sobre todo cuando empezaron a darme más a menudo, pero a la vuelta, casi siempre, había un punto de esa misma calle que me provocaba crisis.

Hay gente con agorafobia que son incapaces de salir al campo, en cambio, a mi en los pueblos pequeños y en el campo nunca me ha dado una crisis, al contrario, es donde mejor me siento, incluso mejor que en casa.

Soy una persona a la que le gusta la gente, pero reconozco que tengo que beber o estar medicada para poder sociabilizar a gusto y esto es un gran problema, es un problema enorme.

Salgo a casi cualquier sitio, aunque de algunos de ellos me he tenido que ir, pero no será por no intentarlo. Pero no queda muy bien eso de tener que largarte en una sobremesa o a mitad de una comida, como alma que lleva el diablo, porque de pronto te encuentras temblando y con una taquicardia en medio de un montón de gente y no sabes muy bien que hacer o decir, para que no piensen que es una estupidez que te pase eso con ellos, al fin y al cabo ellos no han hecho nada, es todo una lucha interior con tus propios demonios.

Al final me encuentro sin poder salir sola ni a tirar la basura, siempre tengo que ir acompañada de alguien conocido, lo cual no evita siempre que me de una crisis, pero me da más seguridad.

Esto va limitando y arrinconando la vida hasta puntos realmente dañinos para la cabeza.

Y entre todo esto yo solo quiero volver a ser esa persona, que podía jugar sola y que podía andar sola por cualquier parte sin necesidad de nadie, porque, a fin de cuentas, lo único que tiene durante toda su vida uno es a uno mismo y si nos perdemos en los miedos, al final la vida nos pasa de largo delante de nuestras propias narices sin poder hacer nada de lo que realmente queremos hacer, aunque realmente lo que queramos hacer sea salir solos a comprar el pan, o dar un paseo en bici hasta el pinar. Esas pequeñas grandes cosas...





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