Si ves que te sobrepasa, que tu mano no lo abarca, ábrela, déjalo caer,
Nunca cargues con algo que no
está al alcance de tu mano.
En ocasiones lo que es una
derrota para la sociedad es un triunfo personal.
A veces nos atamos a situaciones y
personas que solo nos aportan recuerdos,
Recuerdos falsos, proyectos que solo
estaban en nuestra cabeza.
Nos han hecho creer que todo lo podemos
y a todo tenemos derecho.
Nuestro primer poder está en saber que
tenemos el derecho de querernos y respetarnos por quienes somos, que podemos
encontrar una persona que nos quiera tal como somos, que potencie nuestras
capacidades creativas… o tal vez no, pero sernos fieles a nostros mismos
igualmente, si es que podemos vivir con ello.
No somos el proyecto de nadie, salvo de
nosotros mismos.
Es más fácil abrir nuestro corazón para
dejar entrar a un supuesto amor, que abrirlo para dejarlo salir en caso de que
no sea su lugar.
Sin embargo, ¡qué libertad cuando te
rindes y dejas que se vaya, aunque duela!
No hemos venido aquí para complacer a
nadie, si eso no nos hace profundamente felices.
Este modo de vivir o de pensar, ya que
el pensamiento libre es la vida interna de todos los que no se atreven a vivir
su vida, es un camino solitario con una promesa.
Muchas de nosotras nos hemos visto
luchando salvajemente en una batalla invisible para su benefactor, hemos
luchado por un señor que apenas sabe de nuestra existencia, mucho menos de
nuestra lucha.
Hemos creído en príncipes azules, en sus
delirios y en los nuestros, para al final acabar viendo una realidad cutre y
pegajosa, de la que nos cuesta soltarnos.
Miro atrás en mi vida y miro ahora y veo
lo mismo, es siempre lo mismo, a lo mejor no es así para todos.
Sé que puedo querer con todo mi corazón,
con toda mi alma, lo sé porque lo he hecho muchas veces, pero ahora tengo
miedo.
Tengo miedo de encontrar otra vez
rechazo, otra vez vacío, otra vez silencio.
Es como un hielo que ha ido alimentado
mis sentimientos y mi corazón, cada minuto, cada segundo de mi vida.
Se quien era y se quien soy.
Era una soñadora que se creía capaz de
todo en la vida, que amaba sin miedo, si, era una valiente del amor, que, aunque
parezca ñoño, es jodidamente complicado.
Ahora soy una persona que sin ser mala,
sin tener malas intenciones, se siente incapaz de amar o de confiar.
He cerrado mi corazón a cal y canto de
tal manera que no sé cómo abrirlo.
Machaco cualquier indicio de amor en
cuanto lo veo peligrar.
Me he vuelto una cobarde en lo único que
sabía hacer en mi vida, amar.
Esta ausencia de amor ha provocado algo
en mi interior con lo que no se lidiar, nunca me había enfrentado a este
sentimiento de vacío y en ocasiones de odio.
Es sobre todo el odio lo que me cuesta
digerir.
Sé que con la edad que tengo y las
experiencias de vida, lo más lógico es que hubiera aparecido antes en mi vida,
pero no, es ahora cuando lo siento profundamente y no sé cómo sanarlo.
Se me junta el pasado con el presente y
mi cabeza reniega de todo.
No soy una persona violenta y en estas
condiciones solo me queda llorar.
Me he enamorado de personas equivocas,
he servido y querido a personas que no lo merecían, me he equivocado muchas
veces, pero nunca he tenido una emoción tan insana como ésta.
¿Dónde está mi ángel?
Es mejor dejar ir, porque cuanto menos te
queda, más fácil es irse.
Tal vez tenían razón, soy una sombra sin
colores, sin luz…
Y pueden sentirse a salvo, ya no deseo
la luz de nadie.