Martes 7 abril 1:10 am
Miro al espejo y no veo nada.
¿Te acuerdas de mí?, claro, pero permaneces mudo, aunque algunas veces me armo de valor y consigo hablarte, permaneces mudo, y entonces imagino que como siempre, estás cuidando de mí y por eso no contestas.
Desde que me fui han pasado muchas cosas, pero imagino que tu ya lo sabes.
Ya lo ves, tantos años lejos para regresar, aunque despacito, otra vez a casa y ya de lejos veo que no es la misma, ha cambiado, yo también he cambiado.
Al final descubro lo que tantas veces se repite, odio que los tópicos sean reales, pero en muchos casos es así y no puedo evitarlo, por más que luche contra ello, no puedo evitarlo.
El tiempo siempre ha sido antes, durante y después y contra eso nadie puede luchar en esta vida.
Durante un tiempo, unos años, traté de hacer que siempre fuera ayer, siempre, y el otoño conseguía que así lo sintiera y la navidad también.
Un día, casi sin darme cuenta, me encontré atrapada en un presente inmóvil tratando de luchar por un futuro que nunca llegó, que nunca fue presente, incluso hoy su recuerdo huele a pasado.
Canta el poeta que “no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca, jamás, sucedió” ¡qué cierto!
Solo una vez conseguí que siempre fuera hoy, quería demostrar al mundo que había una posibilidad de saltarse esta medida absurda a la que llamamos tiempo pero solo conseguí que lo tacharan de locura y me ofrecieran esa medicina que todo lo cura, la que nos hace tontos, la que mantiene atados al rebaño de esta vida de unos pocos, para satisfacción del buen pastor, que miserables estos perros que trabajan a su servicio y piensan que el mejor amigo del hombre es el hombre, no se dan cuenta de su condición, no son capaces de mirarse al espejo por no descubrir que son solo eso, los perros guardianes, ni amigos ni ostias, solo guardianes del rebaño. Pero peor aun son aquellas ovejas que se creen los perros, con el fin de acercarse al pastor… qué decir.
Contigo todo era más fácil, cuando era niña y todo era posible.
Querían hacerme creer que había ángeles en el cielo que descendían de las nubes para cuidarnos y al mismo tiempo negaban tu existencia, hipócritas, nunca tuve la sensación ni la demostración de que tales seres existieran fuera de sus cabezas y sin embargo nadie ponía en duda su existencia, en cambio, a ti te temían y te negaban con miedo, a mi ángel guardián.
Siempre me fue mejor cuando te hice caso a ti que a ellos, y aun así, mostrándote delante de ellos, cuando decías estoy aquí, mírame, incluso entonces, cuando acelerabas sus pulsos con tus verdades, que a veces eran como espinas, y practicabas “tu justicia”, aun después de reconocerte, te negaban.
Hasta que un día, definitivamente, tras verme en ti, te negué yo y me negué también a mí.
Hace mucho tiempo que no hablamos, lo sé, y bien sabemos los dos que es esa hora de la que me hablabas.
He hecho más amigos, diferentes, pero sé que permaneces ahí, callado, que sigues protegiéndome y no hace falta que me repitas lo que en el fondo siempre he sabido, ni que me riñas, como hacías de vez en cuando al comprobar mi tozudez.
Solamente quería darte las gracias
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