Jueves 25 de agosto de 2011, 8:15 de la tarde
Estoy en el coche en dirección al centro comercial a comprar.
En el cd suenan Black Sabbath y pasamos por las calles de mi antiguo barrio en la zona sur.
Antes habíamos paseado andando por lo que fue mi colegio, la zona es una mezcla de lo que yo recordaba y lo que casi ya no conozco de lo cambiado que está.
Ya en el coche, al fondo de la calle veo la antigua azucarera, recuerdo el olor del humo negro que desprendía años atrás, ese humo que impregnaba de motitas negras la ropa limpia recién tendida.
Entonces no éramos conscientes del daño de aquel humo de esa fábrica tan cerca del colegio y de otras tantas cosas que hoy en día nos parecerían auténticas locuras y que por aquel entonces era el pan nuestro de cada día, algo que estaba ahí, sin más importancia.
En mi cabeza infantil existía entonces esa falsa seguridad de que todo estaba bajo control, no del mío por supuesto, pero estaba bajo el control de alguien que sabía, que sabía controlarlo todo para que nada malo pasara.
Miro a un lado y otro de la calle y veo las antiguas calles, estas no han cambiado mucho de cuando yo era niña, a mi derecha veo la calle donde pasé cierto tiempo de mi infancia con una amiga, me viene a la cabeza el recuerdo de los viernes, la mejor programación infantil, maratón de series y de dibujos.
Los días de entonces eran casi como los meses de ahora, parecía que la vida iba a cámara lenta.
No muchos años después y en aquella misma zona aparecieron en mi vida los Barones, aquellos maestros iluminaron mi forma de ver la vida de adolescente.
Empezaba a intuir que aquella seguridad de la que gozaba era solo una ilusión, que el mundo entero estaba expuesto a la ambición humana a costa de lo que fuera.
En el sentido más urbano y social Barón Rojo y en el natural Félix Rodríguez de la Fuente.
Poco a poco mi mente empezaba a revelarse contra un mundo que ya no me gustaba, en el que ya no me sentía seguro y en el que los adultos trataban de seguir engañando a los jóvenes y convencerlos con esa falsa seguridad y los jóvenes buscaban evasión en la heroína con todo lo que eso llevaba.
Un día sin saber cómo una misma se convierte en adulta y se da cuenta de que los propios adultos estaban engañados. Ya ni siquiera se trataba de la desconexión tan brutal con la propia naturaleza ni de plantearse que cualquier día por un infortunio del destino íbamos a dejar de existir, ahora la gente ya no toleraba los parches en la ropa, ni los pantalones del año pasado, todo el mundo quería tener lo mismo que el otro y a ser posible algo más.
Aprovechando esta estupidez en masa que fue tan fácil de inculcar a través de todos los medios posibles, según el momento en el que se viviera, radio, televisión, internet, etc. los aparentemente poderosos, los que aparentemente manejaban el dinero hicieron creer a todo el mundo que podían disponer de todo cuanto habían soñado.
Niñatos de veinte años matándose con pedazos de pepinos en cualquier carretera, gente humilde comprándose adosados con jardincito y vistiendo a la última, vacaciones a todo trapo, el móvil de última generación y mil cosas más.
Y una, que estaba pasada de moda y seguía escuchando a los Barones, observaba el mundo moverse a toda velocidad alrededor de ella como un sinsentido en el que no encajaba muy bien.
Sí, tuve que aguantar las charlas de los conocidos intentándome convencer de que era el mejor momento de comprarme un piso, justo cuando más altos estaban de precio porque claro, como todo el mundo sabe, lo puedo vender más caro para después meterme a comprar un chalet, total aunque me hipoteque a 50 años como iba a vender el piso al año por el doble de lo que valía, el chalet no iba a tardar tanto en pagarlo, claro, las cuentas salen…
Y una que es más ignorante que nadie piensa, ¿por qué tengo que comprar un piso por más del doble de lo que vale? ¿No ven que esto tiene que tener un final? ¿Y si no puedo pagar el piso? ¿Y si no quiero dar mi vida entera a un banco?
Más de una mala contestación y una mirada de desprecio me he llevado por pensar así, si tengo el dinero lo compro, si no lo tengo no puedo comprarlo.
Hoy en día hay más información que nunca, todos sabemos las consecuencias de lo que la actitud de los hombres es capaz de hacer con la naturaleza, no solo la que nos rodea, animales, plantas y demás, sino con la propia raza humana y somos todos mucho más ecologistas, porque eso es muy IN y por eso nos vamos cada día a comprarnos un trapito nuevo para ir de súper hippies, claro no solo hay que serlo, también hay que aparentarlo.
Y de esto que me veo en el coche, camino del centro comercial, a comprar como uno más, pero hoy tengo una sensación de nostalgia y decepción en la boca del estómago, tan fuerte que hasta duele, será cosa de que se aproxima el otoño y siempre he sido un poco ñoña con las cosas emocionales.
No tengo casa propia ni dinero para comprarla, no conduzco y quien conduce por mí no tiene un gran coche.
Solo tengo un montón de sueños incumplidos, de principios pasados de moda y esa sensación de ser un objeto extraño en un lugar que no le corresponde.
Esa sensación de estar en un lugar y tiempo equivocados...
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