Abrió un momento la ventana para
descongestionar el ambiente cargado de la habitación.
Entonces le atizó en la cara ese olor
alegre a noches de verano, y por un momento su mente se perdió
tiempo atrás, en lunas rojizas naciendo del asfalto, al fondo de la
calle. Horizonte demasiado lejos del mar, las cosas que tiene nacer y
criarse tierra adentro.
El aire soplaba igual de cálido que
entonces y al ser ya madrugada, ningún coche rompía el silencio y
la ensoñación.
Permaneció así un buen rato, con los
ojos cerrados y disfrutando de esa sensación de conexión y compañía
invisible que había sentido a lo largo de su vida en ciertos
momentos.
Disfrutó el instante, que bien
pudieron ser minutos u horas, tampoco importaba.
En ese momento todo fluía
perfectamente, el aire, los pensamientos ... nada quedaba estancado,
todo podía ser vivido y disfrutado sin dolor.
El ladrido de un perro le trajo de
nuevo al mundo real. ¿qué hora era?, Tarde, como siempre, otra
noche en vela, como cuando veía aparecer la luna en su niñez y
horas más tarde el cielo empezaba a clarear dando paso al sol...
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