martes, 21 de junio de 2011

Carta a un amigo III

Hay muchas maneras de sujetar las cosas, yo las sujeté con alfileres, mal puestos y a medio esconder para que no se vieran, ¿a quién pretendo engañar?, no hay nada que sostener, no me dejará hacerlo.
Hay algo que no encaja en la poesía de esta historia, una rima intrusa que no pertenece a nadie pero que lo acapara todo.
Cierro los ojos y me resisto a ver y dando palos de ciego sigo mi camino.
El mayor error que cometo con frecuencia es mostrar ciertas partes de mí, nunca voy armada, aparentemente, y esas partes son puntos débiles.
Me siento como una pluma que dirige el viento a su antojo, sin control sobre nada, sin nada que dar y sin nada que mostrar, en el fondo vacía. Pero los peores ataques son los míos propios, no es que la vida q hay alrededor sea un drama es que me ataco hasta un punto que nadie puede saber y de una manera bestial.
Ya no te culpo, me culpo a mí y a veces cuando estoy triste llueve y entonces pienso que tal vez pude haber hecho algo, si no por ti, si por mí, aun así sigo sin crecer.
Hablan de fe, de su existencia, ¿sabes? He recordado una cosa, lo vi de nuevo como si lo estuviera viviendo otra vez, por entonces no escribía y todas estas cosas se perdieron, pero llegó claro a mi memoria, a razón de una conversación que había tenido por la mañana con un amigo.
Recuerdo que le dije; llegué a cuarto sin saber restar…, lo que no recordaba es que sabía el resultado de las cuentas pero me era imposible saber como lo había hecho, más bien explicar como lo había hecho.
No se trata de mi fe, sino de la suya, no es mi problema, es el suyo. ¡Cuántos años tratándome de enseñar eso! Bien, eso sí que lo he aprendido, aunque en parte sigo queriendo compartir todo, aunque sé que no me es posible. Es mejor en estos casos el silencio.
Te recuerdo oscuro amigo, tan oscuro como a ella, tal vez sois esencialmente iguales… y yo tan diferente…
Mengua la luna y me arrimo un poco más al abismo, solo trato de terminar de comprender lo que me dijiste para no sentirme así, sé que en la comprensión de todo aquello esta mi liberación.
Todo, absolutamente todo lo que me ha ido pasando, ha sido el resultado de una actitud, no de una decisión mía, pero sí de una actitud y llegado el punto de renunciar a mí renuncié a ti, aparentemente sin vuelta atrás, pero ella es tan parecida en esencia…
A veces la siento conmigo como si me tendiera su mano y entonces dejo de sentir miedo, ese miedo que tú tan bien conoces y ella también y por supuesto yo.
El gran miedo que guía mi vida hacia la deriva y me anula como persona, ese miedo que es un miedo concreto y que habita en mi cabeza continuamente.
Un día echaré ese miedo fuera, con tu ayuda o la de ella y ese día, abriré mis alas porque después de todo, siempre me tendré a mi misma.

Feliz Litha

No hay comentarios:

Publicar un comentario