Se cierra la noche en torno a mis
pensamientos, mis sentimientos y mis sueños.
La angustia crece en silencio como la
marea, de a pocos, hasta cubrir la playa.
Todo queda inundado y se mueve al
compás del corazón, va y vuelve como las olas con cada latido.
Ya no hay manos que extender, nada que
buscar, nada que esperar, todo ha quedado sumergido, todo llegó y se
fue, todo es noche sin luna.
Los recuerdos bonitos caen como
edificios en ruinas, la esperanza no tiene cabida en este cementerio
cubierto de agua.
Se levantan muros delante de mi, muros
que no me dejan ver más allá, muros que no derriba el agua, como si
algo ajeno a mi intentara que no avanzara.
Cierro los ojos, los muros se vuelven
piel y el corazón dolor, voluntad rota e intentos fallidos.
Crece la marea más y golpea contra los
muros, la carne aguanta sus embestidas hasta que me rindo.
Se acaba la lucha, quedo a merced de la
marea que me lleva y me trae impulsada por los latidos.
Floto hacia el oeste.
Me rindo una vez más y siento el aire
detrás de los muros, golpea al principio en brisa suave, desde
fuera. Sigo rendida a merced del agua. El aire se vuelve viento, el
muro reacciona y se tambalea.
Abro los ojos, el viento es ahora
huracán que sopla desde el este, convierte en tempestad mi marea, me
sacude fuerte, el agua golpea ahora con fuerza desde dentro de la
piel, coge impulso retrocediendo y avanza con fuerza golpeando,
buscando una salida.
Estoy en pie, aguantando las
embestidas, luchando una vez más.
Al fin el agua encuentra una salida, un
escape a través de mis ojos.
Lloro entonces el dolor, el odio, la
lucha, los fracasos, los recuerdos, los olvidos, lloro las personas
que están y las que ya no están, los animales y la tierra, los
sueños y los despertares, y al fin, vacía de todo, lloro la alegría
y la paz.
Con los ojos abiertos y el cuerpo
limpio, se abre el día en torno a mis pensamientos, mis sentimientos y mis sueños.
Itziar
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